sábado, 20 de septiembre de 2014

Soltando bilis everywhere

Hay tantas cosas que quiero decir, que mejor no las digo. Más que nada, porque son como pequeñas bombas de racimo, así que mejor nanay de la china.

Lo que sí necesito desahogarme, y quizás sean exageraciones mías, es el tema de vivir. No vivir en sí, si no hacerlo de forma legal. Llevo un mes en donde Heidi perdió la chancla, y mi visado aún no llegó. Lo que me sorprende y asusta es que a todo el mundo que le pregunto me dice que el trámite tarda entre dos semanas y un mes con toda la furia. Y claro, yo ya pasé el mes.
Sinceramente, una parte de mí espera que no haya presentado nada, para tener la oportunidad de poder decir "me voy yo, por mis motivos, porque sos una zorra y una mentirosa". Cómo se supone que puedo fiarme después de ella? Yo no quiero tener problemas por culpa de una que quiere hacer las cosas mal. Y sinceramente, poder estar en Arañalandia, con mis hermanas y Helen, pues me tira más que la cabra al monte.

Por otra parte, me jode un huevo estar sola, pero eso da igual, es más repetitivo que la acidez. Lo que sí me jode, pero me jode de una forma increíblemente astronómica, es la puta falsedad de la gente. Mucho "siempre juntos", "yo te apoyo" y "contá conmigo", pero cuando necesitás algo, si te he visto no me acuerdo. Me encanta cuando me enojaba porque se metían en mi portátil para leer mis cosas, porque claro, estaba siempre metida en mis cosas. Y ahora que abiertamente les digo "hey, hago esto" les importa menos que una mierda. Pero claro, cuando las cosas van bien "ellos siempre estuvieron ahí apoyándote".
No digo que sólo estén pendiente de lo mío ni les pongo una pistola en la cabeza, pero después no me vengan tocando las pelotas con "es que siempre estás metida en tus cosas".

Así que creo que a partir de ahora, el que quiera saber algo, que me pregunte, el que necesite algo, que le pida a Magoya. Porque estoy cansada ya de tener que hacer todo por los demás y nadie sea capaz de leerse un puto panfleto.

Listo, a palmarla zorras.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

La suerte que tengo

Hoy me levanté cansada, dormí poco y encima tenía clases. Fantásticas clases. Awesome clases. Y esta clase fue una mierda. Tenía el cerebro en otra parte, quizás mi cama durmiendo y la mente en España. El día se me hizo eterno. Pero eterno, eterno que te cagas de lo eterno que es. Y cuando crees que no puede ir peor, aparece el dolor de cabeza, porque está claro, las desgracias, no vienen solas.

Por si fuera poco, que no lo es, me enteré que los miércoles es día de descanso en el cantón. ¿Qué concha significa eso? Pues ni más ni menos que hay críos en las calles como si esto fuese la jungla (que lo parece realmente por los árboles,,,). Y eso me incluye, mi dulce nena se queda en casa, día libre, party hard, no clases por la tarde, no extraescolares, no tener que contar cuantos pasos da, esas cosas que hace a diario.

Y en este día tan soporífero, hablamos, porque hablamos un huevo y la mitad del otro. Es interesante como una niña de diez años no tiene ningún tipo de interés en la religión o como te suelta siempre que los padres de otros son mejores. Porque siempre lo son. Si no es la madre de A., es el padre de N. o la hermana de L. Pero siempre hay alguien que tiene algo mejor. Y me parece increíble cómo pueden dejar a la cría tan a su bola. Que AM no es quizás la niña del milenio ya lo sé, pero es una buena niña que creo que no se merece esta familia. Ambos padres, muy erróneamente, buscan la niña perfecta y la saturan con información y cosas que no necesita. Por suerte ella es lista como para decir que Jesús y Dios son algo como los reyes niggas del cielo, con sus poses chulescas y cadenas de oro. Porque uno no es más chulo que un ocho sin cadenas de oro.

Lo mejor de todo es que la semana que viene me quedo sola con la cría. Una semana. Alucinante. Pero no pasa nada, porque para eso me tiene AM y yo la tengo a ella, para no tener que necesitar a nadie más.