miércoles, 3 de septiembre de 2014

La suerte que tengo

Hoy me levanté cansada, dormí poco y encima tenía clases. Fantásticas clases. Awesome clases. Y esta clase fue una mierda. Tenía el cerebro en otra parte, quizás mi cama durmiendo y la mente en España. El día se me hizo eterno. Pero eterno, eterno que te cagas de lo eterno que es. Y cuando crees que no puede ir peor, aparece el dolor de cabeza, porque está claro, las desgracias, no vienen solas.

Por si fuera poco, que no lo es, me enteré que los miércoles es día de descanso en el cantón. ¿Qué concha significa eso? Pues ni más ni menos que hay críos en las calles como si esto fuese la jungla (que lo parece realmente por los árboles,,,). Y eso me incluye, mi dulce nena se queda en casa, día libre, party hard, no clases por la tarde, no extraescolares, no tener que contar cuantos pasos da, esas cosas que hace a diario.

Y en este día tan soporífero, hablamos, porque hablamos un huevo y la mitad del otro. Es interesante como una niña de diez años no tiene ningún tipo de interés en la religión o como te suelta siempre que los padres de otros son mejores. Porque siempre lo son. Si no es la madre de A., es el padre de N. o la hermana de L. Pero siempre hay alguien que tiene algo mejor. Y me parece increíble cómo pueden dejar a la cría tan a su bola. Que AM no es quizás la niña del milenio ya lo sé, pero es una buena niña que creo que no se merece esta familia. Ambos padres, muy erróneamente, buscan la niña perfecta y la saturan con información y cosas que no necesita. Por suerte ella es lista como para decir que Jesús y Dios son algo como los reyes niggas del cielo, con sus poses chulescas y cadenas de oro. Porque uno no es más chulo que un ocho sin cadenas de oro.

Lo mejor de todo es que la semana que viene me quedo sola con la cría. Una semana. Alucinante. Pero no pasa nada, porque para eso me tiene AM y yo la tengo a ella, para no tener que necesitar a nadie más.

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